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Centro Médico Riedel: Trazos de Lógica y Fe

Todos los edificios comienzan como ideas. Sin embargo, no todos tienen el aura para convertirse en historias por derecho propio, historias desembarazadas de la voluntad del arquitecto y de los deseos del cliente, Como las casas en las que vivimos, algunos edificios se convierten en nuestro primer universo, en "un verdadero cosmos en todos los sentidos de la palabra", como diría Bachelard. Pocos edificios conservan su sentido literario e inspiran un viaje virtual por su espacio y materialidad. Sin embargo, en Tijuana hay un edificio que refleja los deseos de tres personalidades que a través de su voluntad y su fe trazaron los planos no sólo de un espacio físico, sino de un universo de emociones que aún hoy resuenan al franquear sus puertas. Es la historia de una doctora, una monja y tres jóvenes arquitectos que juntos engendraron arquitectura.

El monumento temporal de Tijuana El Centro Médico Riedel de Tijuana (conocido actualmente como Centro Médico Del Prado) se transformó por voluntad espiritual y por el deseo de crear un centro cardiológico de vanguardia abierto a todos los que necesitaran atención especializada, sin importar su situación económica. Este edificio se ha convertido en uno de los principales centros médicos de la ciudad, aunque se ha ido camuflando entre la urbanización desenfrenada y fue oscurecido por una añadidura reciente y controvertida sobre la fachada principal.

La creación del centro médico en 1963 fue un esfuerzo de Maria Luisa Riedel Betancourt, una tijuanense de una familia prominente, quien financió un pequeño hospital privado, un inmueble de dos pisos en lo que entonces eran las afueras de la ciudad, cerca del Hipódromo Caliente y de los graneros de la compañía harinera local, El Rosal.

Para la década de 1970, el hospital se había vuelto célebre en la región por lo destacado de su atención médica. Riedel Betancourt decidió ampliar las instalaciones para construir un centro con oficinas para los doctores y encargó la tarea de diseñar la nueva ala a un miembro de su familia, Livio Santini, un joven arquitecto que había ayudado a formar en Los Ángeles la primera generación de arquitectos del recientemente creado Southern California Institute of Architecture (SCI-Arc). Santini invitó a Michael Rotondi (también parte de esa primera generación) y a Thom Mayne, director del despacho Morphosis y pieza clave en la formación de la escuela.

A finales de la década de 1970, Tijuana estaba viviendo transformaciones urbanas radicales: se estaba construyendo un nuevo centro para la ciudad y la industria manufacturera se estaba convirtiendo en el principal sector económico. Los tres arquitectos, cuyas edades oscilaban entre finales de la veintena y principios de la treintena, asumieron la tarea de diseñar un centro médico para una ciudad que para ellos era una frontera de oprotunidades.

Santini y Rotondi se unieron a Thom Mayne y (formaron) a su despacho Morphosis para diseñar y construir el centro médico. En ese entonces, Morphosis era un despacho joven que estaba armando su catálogo con participaciones en concursos y pequeños encargos. Sin embargo, su proceso de diseño ya era conocido por sus dibujos provocativos y sus maquetas diminutas y detalladas.

En 1977, el despacho inscribió el diseño del centro médico en los premios Progressive Architecture Awards y recibió una mención por el edificio. El jurado alabó el diseño por su elegancia, articulación de los espacios y sensibilidad. Uno de los jueces, John Dinkeloo, lo consideró un diseño futurista y declaró: "Nunca se va a construir, llevaría al menos veinte años". No obstante, los arquitectos comenzaron la construcción tres años después, en 1980.

Se trata de un edificio sencillo de cuatro plantas separado en tres áreas funcionales; está orientado hacia el oeste y envuelto en vidrio verde. Construir en Tijuana un edificio de diseño elegante representó varios desafíos para el joven despacho. Usaron contratistas, trabajadores y materiales locales, salvo algunos implementos especializados que trajeron de Estados Unidos. El edificio quedó completo en 1983 y tras la incorporación de esta nueva ala, el centro médico siguió siendo una clínica de primera en la región.

Una coincidencia convertida en divina providencia

Para la década de 1980, una de las hijas de Riedel Betancourt, Patricia Aubanel, se había vuelto cardióloga y había regresado de Estados Unidos para trabajar en su natal Tijuana. Aubanel quería traer la cardiología moderna a su país. Después de estudiar en la Universidad de Boston, la Universidad de Massachusetts y en Harvard, donde se especializó en intervención cardiológica, le resultó difícil practicar su especialidad en su ciudad de origen debido a la falta de recursos, de modo que empezó a trabajar en la clínica del Instituto Scripps en La Jolla.

En 1991, Aubanel emprendió un viaje personal y profesional que la llevaría de vuelta a lo que más deseaba: un canetro cardiológico especializado en Tijuana. Durante este tiempo conoció a una monja católica de nombre Agnes Gonxha Bojaxhiu, quien se volvería su guía espiritual. Para el resto del mundo era conocida como la Madre Teresa de Calcuta. En Tijuana, la Madre Teresa había fundado tres hogares para pobres a través de su organización de las Misioneras de la Caridad y durante 1991 había regresado para supervisar este trabajo caritativo con los pobres y ancianos de la ciudad.

Aubanel seguía trabajando para la clínica de Scripps y hacía viajes frecuentes a Tijuana, donde atendía pacientes en el centro médico. Una mañana de finales de diciembre de ese año, recibió una llamada del obispo de Tijuana, Emilio Carlos Berlie Belauzarán, quien le dijo que una amiga especial estaba enferma y necesitaba que un cardiólogo valorara su condición cuando viniera de visita. El obispo dejó claro que respetaría la decisión de la doctora si se negaba a valorarla después de saber quién era esta amiga especial. Cuando Aubanel supo que se trataba de la Madre Teresa, le tomó un par de horas considerar su respuesta a la petición del obispo. La doctora decidió ir a ver a la religiosa. Tras un breve examen. Aubanel se dio cuenta de la gravedad de su condición, que sólo podría ser atendida y resuelta por un puñado de personas en el mundo, entre las cuales estaba ella. La coincidencia se volvió divina providencia.

La Madre Teresa fue ingresada inmediatamente al Centro Médico Del Prado, pero su condición crítica requería llevarla al otro lado de la frontera, para hacerle una cirugía del corazón en la clínica de Scripps. Ella se negó a hacer este viaje y le explicó a Aubanel: "No seré atendida en un hospital para ricos y privilegiados". Si los pobres no podían acceder a este tipo de atención médica, tampoco la recibiría ella. La Madre Teresa pidió ser operada en el centro médico de Tijuana, pero el centro no contaba con los medios para realizar el tratamiento.

Aubanel intentó convencer a la Madre Teresa expli´candole que no se afectarían sus votos de pobreza, sino que, por el contrario, era precisamente por una vida entera dedicada a su trabajo caritativo que necesitaba ser atendida a cualquier costo en donde fuera necesario, para continuar con su misión. "Tiene que haber una razón por la que estoy aquí para ayudarla", le dijo la doctora a la Madre Teresa, "soy uno de los pocos expertos en el mundo que puede tratar su condición. Nunca he sabido escuchar a Dios, pero ahora siento un llamado". Tras varios días de tratar de convencerla, la Madre Teresa siguió negándose y le dijo a Aubanel que Dios era su médico, que Él decidiría lo que debía suceder.

La Madre Teresa interrumpió inmediatamente su tratamiento médico y al siguiente día partió hacia Los Ángeles para continuar con su trabajo. Al tercer día de estar en Los Ángeles, volvió a caer enferma y la doctora Aubanel recibió una llamada del equipo de la religiosa en busca de consejo. Les explicó que dada la condición de salud de la religiosa, debía ser ingresada en un hospital lo más pronto posible. La Madre Teresa volvió a negarse, alegando que prefería ser tratada en Tijuana. De acuerdo con Aubanel, la Madre Teresa guardaba un lugar especial en su corazón para Tijuana, donde se sentía más cerca de Dios. La Madre Teresa llegó a Tijuana la mañana siguiente, pero la doctora tuvo que esperar a que pasara los festejos de Navidad en sus hogares caritativos. Sólo cuando acabó, a las diez de la noche, permitió ser atendida. Por fin aceptó ir al hospital, pero después de Navidad.

El 26 de diciembre, la Madre Teresa fue llevada al otro lado de la frontera, a la clínica de Scripps. Puso como condición no ingresar como la Madre Teresa, sino bajo su nombre de pila, Agnes Bojaxhiu. Tras unos estudios de laboratorio, Aubanel descubrió que la religiosa tenía cinco arterias obstruidas y decidió practicar una angioplastia, además de que una de las arterias requería la colocación de un stent. La operación fue un éxito, pero el procedimiento del stent seguía sujeto a pruebas clínicas y requería la aprobación de la Food and Drugs Administration, la agencia estadounidense encargada de la administración de medicamentos y alimentos, para ser aplicado en la Madre Teresa. Después de la exitosa cirugía, el dispositivo llegó a conocerse entre algunos de la comunidad médica como el "stent bendito".

Construcción de fe

El esfuerzo realizado para salvar la vida de la Madre Teresa representó una experiencia profunda para Aubanel. Después de la operación, la Madre Teresa encomendó a la doctora dos tareas: primero, crear clínicas móviles para atender a la población desfavorecida de Tijuana; segundo, si es que la doctora buscaba traer la cardiología moderna a México, construir un centro cardiovascular que sirviera a la comunidad entera, ricos y pobres por igual. El hospital se construiría junto al centro que la madre de Aubanel había hecho en Tijuana.

La doctora se dispuso a reunir los fondos para el hospital. Ahorraba dinero, pero el proceso era lento. Cada vez que le daba la vuelta al mundo para visitar a la Madre Teresa y hacerle sus revisiones médicas, debía contarle las dificultades que estaba teniendo para reunir el dinero. En cada visita, la religiosa preguntaba si ya había comenzado la construcción del centro y la doctora respondía vacilante, "Aún no tengo fondos suficientes", a lo que la Madre Teresa replicaba: "No necesitas dinero, sólo necesitas fe".

La Madre Teresa falleció en 1997 y Aubanel ya no quiso seguir esperando. Decidió comenzar la construcción con los fondos que tenía en ese momento. Como última bendición, pidió permiso para visitar la tumba de la monja en Calcuta. Frente a la tumba, sintió una profunda aprobación espiritual para comenzar la tarea. Antes de partir, la doctora hizo una última petición al Consejo de las Misioneras de la Caridad en el convento: quería ponerle al centro el nombre de la religiosa. Las monjas aprobaron la petición de manera unánime y así se creó el Instituto de Ciencias Cardiovasculares Madre Teresa.

Aubanel contrató a un arquitecto desconocido para diseñar el edificio sobre lo que era parte de la plaza delantera, adyacente a la entrada del centro médico original. La doctora comenzó la obra sin consultar a Morphosis o pretender siquiera hacerlo. Lo decidió así porque una de las más devotas guías espirituales del mundo le había encargado a ella esta obra, y debido al éxito de Morphosis en el terreno arquitectónico, supuso que el despacho estaría fuera del alcance de sus medios económicos.

Para finales de la década de 1990, Morphosis había madurado y se estaba convirtiendo en uno de los despachos más importantes de Estados Unidos y el extranjero, con numerosos encargos y premios por proyectos de alto perfil. Otra de las preocupaciones de Aubanel era que, de acuerdo con la Madre Teresa, todo lo que hiciera la doctora en su nombre y con su bendición debía ser humilde y sin pretensiones, y le pareció que al contratar el proyecto con un arquitecto local, estaría apegándose a este ideal. Así fue como quedó adherido al edificio original de Morphosis, en un extremo del ala nueva, un simple cajón blanco con un techo inclinado. "Es un crimen contra el edificio diseñado por Livio, Michael y Thom”, explica Aubanel, "pero es fiel a las necesidades del nuevo instituto".

Michael Rotondi consideró que la preocupación de la doctora era comprensible, pero también siente que el despacho hubiera contemplado trabajar pro bono en el proyecto: "Si el proyecto es lo suficientemente importante, siempre encontramos la forma de hacerlo realidad". El arquitecto sintió que las suposiciones de Aubanel sobre el éxito del despacho eran sólo una manera de validar una decisión que ya había tomado: "Entiendo que la doctora Aubanel tuviera otros planes y compromisos, pero es una lástima que nunca hayamos hablado. Al menos hubiera disipado sus prejuicios."

Quimera de vidrio

Si uno va a Tijuana y visita el edificio hoy en día, puede subir por las escaleras de mármol hasta el último piso para observar su estructura metálica. La fachada de vidrio verde rutila bajo la luz de la tarde y recuerda más la casa de vidrio de Pierre Chareau que el alto modernismo de James Stirling o Alvar Aalto. Este edificio no logró entrar a ninguna antología de historia de la arquitectura porque, como cualquier otra estructura del modernismo tardío, sólo es "parte de la idea platónica de construir la mejor caja de vidrio, una de muchas en la historia del modernismo", como dijo el historiador de la arquitectura británico Reyner Banham. Los jóvenes que diseñaron el edificio ahora son arquitectos de renombre. Michael Rotondi lleva una práctica independiente con proyectos en todo el mundo. Thom Mayne sigue dirigiendo Morphosis y en 2005 recibió el premio Pritzker Architecture Prize (considerado el Nobel de la Arquitectura) por una vida de logros en la disciplina de la arquitectura.

El legado de la Madre Teresa fue una importante inspiración espiritual para la creación de la nueva ala del centro médico. Tres jóvenes arquitectos comenzaron soñando con la libertad de experimentar con ideas arquitectónicas de vanguardia en una ciudad que apenas estaba aprendiendo a ser moderna. Y una doctora encontró la fe y la determinación para ofrecer atención médica de primera en su ciudad natal. Tijuana vuelve a ser el lugar donde la fe y el deseo se fusionan para animar mitos múltiples e improbables.

Agradezco especialmente al arquitecto Miguel Escobar por permitir la entrevista con la Dra. Aubanel y al arquitecto Michael Rotondi por su amabilidad en abundar sobre el encargo y construcción del Centro Médico Riedel. Por último, agradezco a la Dra. Patricia Aubanel por su tiempo y por compartir la historia de su relación con la Madre Teresa.


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Escondido planners nix office building switch to apartments

Not enough open space, not enough closets for Hickory Street plans

Todos los edificios comienzan como ideas. Sin embargo, no todos tienen el aura para convertirse en historias por derecho propio, historias desembarazadas de la voluntad del arquitecto y de los deseos del cliente, Como las casas en las que vivimos, algunos edificios se convierten en nuestro primer universo, en "un verdadero cosmos en todos los sentidos de la palabra", como diría Bachelard. Pocos edificios conservan su sentido literario e inspiran un viaje virtual por su espacio y materialidad. Sin embargo, en Tijuana hay un edificio que refleja los deseos de tres personalidades que a través de su voluntad y su fe trazaron los planos no sólo de un espacio físico, sino de un universo de emociones que aún hoy resuenan al franquear sus puertas. Es la historia de una doctora, una monja y tres jóvenes arquitectos que juntos engendraron arquitectura.

El monumento temporal de Tijuana El Centro Médico Riedel de Tijuana (conocido actualmente como Centro Médico Del Prado) se transformó por voluntad espiritual y por el deseo de crear un centro cardiológico de vanguardia abierto a todos los que necesitaran atención especializada, sin importar su situación económica. Este edificio se ha convertido en uno de los principales centros médicos de la ciudad, aunque se ha ido camuflando entre la urbanización desenfrenada y fue oscurecido por una añadidura reciente y controvertida sobre la fachada principal.

La creación del centro médico en 1963 fue un esfuerzo de Maria Luisa Riedel Betancourt, una tijuanense de una familia prominente, quien financió un pequeño hospital privado, un inmueble de dos pisos en lo que entonces eran las afueras de la ciudad, cerca del Hipódromo Caliente y de los graneros de la compañía harinera local, El Rosal.

Para la década de 1970, el hospital se había vuelto célebre en la región por lo destacado de su atención médica. Riedel Betancourt decidió ampliar las instalaciones para construir un centro con oficinas para los doctores y encargó la tarea de diseñar la nueva ala a un miembro de su familia, Livio Santini, un joven arquitecto que había ayudado a formar en Los Ángeles la primera generación de arquitectos del recientemente creado Southern California Institute of Architecture (SCI-Arc). Santini invitó a Michael Rotondi (también parte de esa primera generación) y a Thom Mayne, director del despacho Morphosis y pieza clave en la formación de la escuela.

A finales de la década de 1970, Tijuana estaba viviendo transformaciones urbanas radicales: se estaba construyendo un nuevo centro para la ciudad y la industria manufacturera se estaba convirtiendo en el principal sector económico. Los tres arquitectos, cuyas edades oscilaban entre finales de la veintena y principios de la treintena, asumieron la tarea de diseñar un centro médico para una ciudad que para ellos era una frontera de oprotunidades.

Santini y Rotondi se unieron a Thom Mayne y (formaron) a su despacho Morphosis para diseñar y construir el centro médico. En ese entonces, Morphosis era un despacho joven que estaba armando su catálogo con participaciones en concursos y pequeños encargos. Sin embargo, su proceso de diseño ya era conocido por sus dibujos provocativos y sus maquetas diminutas y detalladas.

En 1977, el despacho inscribió el diseño del centro médico en los premios Progressive Architecture Awards y recibió una mención por el edificio. El jurado alabó el diseño por su elegancia, articulación de los espacios y sensibilidad. Uno de los jueces, John Dinkeloo, lo consideró un diseño futurista y declaró: "Nunca se va a construir, llevaría al menos veinte años". No obstante, los arquitectos comenzaron la construcción tres años después, en 1980.

Se trata de un edificio sencillo de cuatro plantas separado en tres áreas funcionales; está orientado hacia el oeste y envuelto en vidrio verde. Construir en Tijuana un edificio de diseño elegante representó varios desafíos para el joven despacho. Usaron contratistas, trabajadores y materiales locales, salvo algunos implementos especializados que trajeron de Estados Unidos. El edificio quedó completo en 1983 y tras la incorporación de esta nueva ala, el centro médico siguió siendo una clínica de primera en la región.

Una coincidencia convertida en divina providencia

Para la década de 1980, una de las hijas de Riedel Betancourt, Patricia Aubanel, se había vuelto cardióloga y había regresado de Estados Unidos para trabajar en su natal Tijuana. Aubanel quería traer la cardiología moderna a su país. Después de estudiar en la Universidad de Boston, la Universidad de Massachusetts y en Harvard, donde se especializó en intervención cardiológica, le resultó difícil practicar su especialidad en su ciudad de origen debido a la falta de recursos, de modo que empezó a trabajar en la clínica del Instituto Scripps en La Jolla.

En 1991, Aubanel emprendió un viaje personal y profesional que la llevaría de vuelta a lo que más deseaba: un canetro cardiológico especializado en Tijuana. Durante este tiempo conoció a una monja católica de nombre Agnes Gonxha Bojaxhiu, quien se volvería su guía espiritual. Para el resto del mundo era conocida como la Madre Teresa de Calcuta. En Tijuana, la Madre Teresa había fundado tres hogares para pobres a través de su organización de las Misioneras de la Caridad y durante 1991 había regresado para supervisar este trabajo caritativo con los pobres y ancianos de la ciudad.

Aubanel seguía trabajando para la clínica de Scripps y hacía viajes frecuentes a Tijuana, donde atendía pacientes en el centro médico. Una mañana de finales de diciembre de ese año, recibió una llamada del obispo de Tijuana, Emilio Carlos Berlie Belauzarán, quien le dijo que una amiga especial estaba enferma y necesitaba que un cardiólogo valorara su condición cuando viniera de visita. El obispo dejó claro que respetaría la decisión de la doctora si se negaba a valorarla después de saber quién era esta amiga especial. Cuando Aubanel supo que se trataba de la Madre Teresa, le tomó un par de horas considerar su respuesta a la petición del obispo. La doctora decidió ir a ver a la religiosa. Tras un breve examen. Aubanel se dio cuenta de la gravedad de su condición, que sólo podría ser atendida y resuelta por un puñado de personas en el mundo, entre las cuales estaba ella. La coincidencia se volvió divina providencia.

La Madre Teresa fue ingresada inmediatamente al Centro Médico Del Prado, pero su condición crítica requería llevarla al otro lado de la frontera, para hacerle una cirugía del corazón en la clínica de Scripps. Ella se negó a hacer este viaje y le explicó a Aubanel: "No seré atendida en un hospital para ricos y privilegiados". Si los pobres no podían acceder a este tipo de atención médica, tampoco la recibiría ella. La Madre Teresa pidió ser operada en el centro médico de Tijuana, pero el centro no contaba con los medios para realizar el tratamiento.

Aubanel intentó convencer a la Madre Teresa expli´candole que no se afectarían sus votos de pobreza, sino que, por el contrario, era precisamente por una vida entera dedicada a su trabajo caritativo que necesitaba ser atendida a cualquier costo en donde fuera necesario, para continuar con su misión. "Tiene que haber una razón por la que estoy aquí para ayudarla", le dijo la doctora a la Madre Teresa, "soy uno de los pocos expertos en el mundo que puede tratar su condición. Nunca he sabido escuchar a Dios, pero ahora siento un llamado". Tras varios días de tratar de convencerla, la Madre Teresa siguió negándose y le dijo a Aubanel que Dios era su médico, que Él decidiría lo que debía suceder.

La Madre Teresa interrumpió inmediatamente su tratamiento médico y al siguiente día partió hacia Los Ángeles para continuar con su trabajo. Al tercer día de estar en Los Ángeles, volvió a caer enferma y la doctora Aubanel recibió una llamada del equipo de la religiosa en busca de consejo. Les explicó que dada la condición de salud de la religiosa, debía ser ingresada en un hospital lo más pronto posible. La Madre Teresa volvió a negarse, alegando que prefería ser tratada en Tijuana. De acuerdo con Aubanel, la Madre Teresa guardaba un lugar especial en su corazón para Tijuana, donde se sentía más cerca de Dios. La Madre Teresa llegó a Tijuana la mañana siguiente, pero la doctora tuvo que esperar a que pasara los festejos de Navidad en sus hogares caritativos. Sólo cuando acabó, a las diez de la noche, permitió ser atendida. Por fin aceptó ir al hospital, pero después de Navidad.

El 26 de diciembre, la Madre Teresa fue llevada al otro lado de la frontera, a la clínica de Scripps. Puso como condición no ingresar como la Madre Teresa, sino bajo su nombre de pila, Agnes Bojaxhiu. Tras unos estudios de laboratorio, Aubanel descubrió que la religiosa tenía cinco arterias obstruidas y decidió practicar una angioplastia, además de que una de las arterias requería la colocación de un stent. La operación fue un éxito, pero el procedimiento del stent seguía sujeto a pruebas clínicas y requería la aprobación de la Food and Drugs Administration, la agencia estadounidense encargada de la administración de medicamentos y alimentos, para ser aplicado en la Madre Teresa. Después de la exitosa cirugía, el dispositivo llegó a conocerse entre algunos de la comunidad médica como el "stent bendito".

Construcción de fe

El esfuerzo realizado para salvar la vida de la Madre Teresa representó una experiencia profunda para Aubanel. Después de la operación, la Madre Teresa encomendó a la doctora dos tareas: primero, crear clínicas móviles para atender a la población desfavorecida de Tijuana; segundo, si es que la doctora buscaba traer la cardiología moderna a México, construir un centro cardiovascular que sirviera a la comunidad entera, ricos y pobres por igual. El hospital se construiría junto al centro que la madre de Aubanel había hecho en Tijuana.

La doctora se dispuso a reunir los fondos para el hospital. Ahorraba dinero, pero el proceso era lento. Cada vez que le daba la vuelta al mundo para visitar a la Madre Teresa y hacerle sus revisiones médicas, debía contarle las dificultades que estaba teniendo para reunir el dinero. En cada visita, la religiosa preguntaba si ya había comenzado la construcción del centro y la doctora respondía vacilante, "Aún no tengo fondos suficientes", a lo que la Madre Teresa replicaba: "No necesitas dinero, sólo necesitas fe".

La Madre Teresa falleció en 1997 y Aubanel ya no quiso seguir esperando. Decidió comenzar la construcción con los fondos que tenía en ese momento. Como última bendición, pidió permiso para visitar la tumba de la monja en Calcuta. Frente a la tumba, sintió una profunda aprobación espiritual para comenzar la tarea. Antes de partir, la doctora hizo una última petición al Consejo de las Misioneras de la Caridad en el convento: quería ponerle al centro el nombre de la religiosa. Las monjas aprobaron la petición de manera unánime y así se creó el Instituto de Ciencias Cardiovasculares Madre Teresa.

Aubanel contrató a un arquitecto desconocido para diseñar el edificio sobre lo que era parte de la plaza delantera, adyacente a la entrada del centro médico original. La doctora comenzó la obra sin consultar a Morphosis o pretender siquiera hacerlo. Lo decidió así porque una de las más devotas guías espirituales del mundo le había encargado a ella esta obra, y debido al éxito de Morphosis en el terreno arquitectónico, supuso que el despacho estaría fuera del alcance de sus medios económicos.

Para finales de la década de 1990, Morphosis había madurado y se estaba convirtiendo en uno de los despachos más importantes de Estados Unidos y el extranjero, con numerosos encargos y premios por proyectos de alto perfil. Otra de las preocupaciones de Aubanel era que, de acuerdo con la Madre Teresa, todo lo que hiciera la doctora en su nombre y con su bendición debía ser humilde y sin pretensiones, y le pareció que al contratar el proyecto con un arquitecto local, estaría apegándose a este ideal. Así fue como quedó adherido al edificio original de Morphosis, en un extremo del ala nueva, un simple cajón blanco con un techo inclinado. "Es un crimen contra el edificio diseñado por Livio, Michael y Thom”, explica Aubanel, "pero es fiel a las necesidades del nuevo instituto".

Michael Rotondi consideró que la preocupación de la doctora era comprensible, pero también siente que el despacho hubiera contemplado trabajar pro bono en el proyecto: "Si el proyecto es lo suficientemente importante, siempre encontramos la forma de hacerlo realidad". El arquitecto sintió que las suposiciones de Aubanel sobre el éxito del despacho eran sólo una manera de validar una decisión que ya había tomado: "Entiendo que la doctora Aubanel tuviera otros planes y compromisos, pero es una lástima que nunca hayamos hablado. Al menos hubiera disipado sus prejuicios."

Quimera de vidrio

Si uno va a Tijuana y visita el edificio hoy en día, puede subir por las escaleras de mármol hasta el último piso para observar su estructura metálica. La fachada de vidrio verde rutila bajo la luz de la tarde y recuerda más la casa de vidrio de Pierre Chareau que el alto modernismo de James Stirling o Alvar Aalto. Este edificio no logró entrar a ninguna antología de historia de la arquitectura porque, como cualquier otra estructura del modernismo tardío, sólo es "parte de la idea platónica de construir la mejor caja de vidrio, una de muchas en la historia del modernismo", como dijo el historiador de la arquitectura británico Reyner Banham. Los jóvenes que diseñaron el edificio ahora son arquitectos de renombre. Michael Rotondi lleva una práctica independiente con proyectos en todo el mundo. Thom Mayne sigue dirigiendo Morphosis y en 2005 recibió el premio Pritzker Architecture Prize (considerado el Nobel de la Arquitectura) por una vida de logros en la disciplina de la arquitectura.

El legado de la Madre Teresa fue una importante inspiración espiritual para la creación de la nueva ala del centro médico. Tres jóvenes arquitectos comenzaron soñando con la libertad de experimentar con ideas arquitectónicas de vanguardia en una ciudad que apenas estaba aprendiendo a ser moderna. Y una doctora encontró la fe y la determinación para ofrecer atención médica de primera en su ciudad natal. Tijuana vuelve a ser el lugar donde la fe y el deseo se fusionan para animar mitos múltiples e improbables.

Agradezco especialmente al arquitecto Miguel Escobar por permitir la entrevista con la Dra. Aubanel y al arquitecto Michael Rotondi por su amabilidad en abundar sobre el encargo y construcción del Centro Médico Riedel. Por último, agradezco a la Dra. Patricia Aubanel por su tiempo y por compartir la historia de su relación con la Madre Teresa.


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