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¡Futbol!

Leones, tigres y xolos.

En Tijuana, en un terreno polvoriento detrás del hipódromo, la línea de autos en busca de estacionamiento serpentea a la distancia. Una vez que nos estacionamos descubrimos que estamos rodeados por coyotes, leones, llamas, búfalos y toda suerte de animales salvajes. Avanzamos sólo para encontrarnos con avestruces, un par de camellos, osos, aves exóticas que esquivan los coches, un pavo real arrastra los colores de sus plumas en el terregal. Conforme nos aproximamos al estadio, nos maravillamos viendo leones, un tigre, un leopardo tomando la siesta, después de todo se trata de animales crepusculares y apenas pasa del medio día. Los animales no están rodeados de árboles y pasto (como los de las grandes jaulas que hay frente al Hipódromo Caliente). Aquí las jaulas son endebles, frágiles, simples, descuidadas. Es imposible evitar la pregunta: ¿A quién se le ocurre convertir un zoológico en estacionamiento?

Algunos niños vestidos en camisetas rojinegras molestan a los animales, incluso tratan de despertar a los tigres, pero sus padres los apuran: --Ya va a empezar el juego, hijo. Volvemos más tarde, ese león no se va a ir.

Un jinete dirige el tráfico. Por un momento pienso que debe ser divertido ser guardia de seguridad en el Hipódromo, montar a caballo y gritar “arre” todo el santo día. En la entrada hay una larga línea de aficionados al futbol, casi todos visten de rojo y negro; colores de los Xoloitzcuintles, el equipo de Tijuana. Hay mujeres en ropa de oficinista y mascadas de seda falsa que corren en el terreno pedregoso hacia las puertas. Unas señoras muy amables nos dicen que tenemos dos opciones: tirar nuestras botellas de agua o beberlas, porque no se permite entrar al estadio con botellas. Al llegar encontramos buenos lugares, ha dado inicio el espectáculo previo al juego. Una fila de güeras fabulosas (también conocidas como las Xolitas) corre en minifaldas alrededor del estadio. Las rubias pasean a las mascotas del equipo, media docena de perros Xoloitzcuintles; una raza canina cuyo nombre se deriva del Náhuatl y significa: Perro de Xólotl, dios azteca de la vida y de la muerte. Hay gritos, música, tambores, trompetas, tres porras desmadrosas que cantan, saltan y ladran sin parar: La Masakre, Cachorros y La Perrada.

Los boletos están agotados: 18,000 aficionados de los Xolos llenan el estadio Caliente, al que llaman con orgullo “La perrera más grande de América Latina.” Algunos de los fans van de traje y pareciera que acaban de realizar un acto de escapismo desde lo más profundo de un escritorio gubernamental. También hay familias, muchachas de tacones y faldita corta que vienen por un bronceado (y quizá un novio), sin embargo la mayor parte de los aficionados son hombres jóvenes, furiosos, apasionados, delirantes.

Los fanáticos mexicanos son tan impetuosos y devotos, como algunas veces vergonzosamente políticamente incorrectos. No olvidemos que en Francia 98 un mexicano pasado de copas extinguió de una manera muy natural la flama eterna bajo el Arco del Triunfo. No debe olvidarse esta anécdota, en especial cuando hay un gol, porque el público gritará, saltará, se abrazará y arrojará líquidos al aire y no hay manera de saber si esa refrescante lluvia se compuso de los restos de una bebida o de algo más… en el fut tiene sentido siempre ir de sombrero.

Futbol vs. Beisbol.

La tradición futbolera de México data de 1904, cuando el primer equipo se fundó en puebla (conformado exclusivamente por ingleses). Al poco tiempo, este deporte se hizo muy popular en el centro de México. Pero no tuvo el mismo recibimiento en el norte. Las razones fueron varias: una de ellas era la distancia. Hasta el inicio de los años setenta, el principal medio de transporte en el país era el autobús. Un viaje de Tijuana a Guadalajara se hacía en al menos 34 horas. Los aviones eran muy pequeños y peligrosos, el mismo viaje se podía hacer por aire en 10 horas. Otra de las razones eran las señales televisivas: los canales de televisión eran locales o sandieguinos y solamente cubrían el béisbol. Además, Baja California era un estado con poca población, así que el futbol en Tijuana no significaba una buena inversión para un inversionista del sur. En Tijuana había sólo una liga amateur en los años cuarenta, en las siguientes décadas ganó un poco de popularidad, pero no fue sino hasta los setenta que se convirtió en un deporte bien organizado. Incluso hubo una liga femenil (a la que pertenecía mi madre quien fue portera y mediocampista), pero a los bajacalifornianos les interesaba mucho más el beisbol. Los primeros equipos organizados de béis fueron los Pericos y los Colts, datan de la década de los cincuenta.

La influencia de los Estados Unidos en la frontera es indiscutible, así como lo es la lejanía del resto del país, por ende, la única posibilidad de ver un evento deportivo importante para un tijuanense era cruzar la frontera para ver a los Padres. Los publicistas del equipo sandieguino explotaron la proximidad geográfica con Tijuana promoviendo a la cuadrilla como el equipo de Tijuana y San Diego. A los Tijuanenses nos encantó la idea porque nos hacía sentir como si el American Baseball fuera un poquito nuestro.

Los triunfos del sonorense Fernando Valenzuela en la década de los ochenta lo convirtieron en una figura de culto entre los aficionados norteños. Fernando era adorado, un ídolo, durante sus mejores días con los Dodgers. Hizo del béis algo cercano, contagioso, tangible y además le dio un toque mexicano, pero el béisbol no se consolidó en Tijuana hasta que surgieron los Potros en 1977. Hasta la fecha, su estadio es el único en Tijuana. Los Potros alcanzaron un par de victorias (fueron campeones de la Liga Mexicana del Pacífico en 87-88 y 90-91), pero debido a problemas monetarios y políticos, la franquicia dejó de existir. Hubo otros equipos, como los Toros y los Cimarrones, sin embargo, la época dorada del béisbol tijuanense ha terminado. En la última década una de las figuras más destacadas fue Esteban Loaiza, seguido en Tijuana por ser oriundo de la ciudad. En estos días las figuras populares son Adrián y Edgar González, hijos del antiguo dueño de Los Potros, pero aún con las historias de éxito en las ligas de Estados Unidos, es un hecho que históricamente la inversión (del estado y de fuentes privadas) en el deporte de Tijuana ha sido pobre e inconsistente.

Una fiebre nacional.

No fue sino hasta el mundial de México 86 que los norteños nos contagiamos con la fiebre del futbol. Vimos las figuras, sus mañas y movidas. Nos enteramos de que Hugo Sánchez hacía chilenas maravillosas porque su hermana lo entrenó en gimnasia olímpica. Pudimos ver a Maradona, un jugador poderoso que siempre tenía el control del balón. Conocimos la decepción después de que Alemania derrotó a México en penales (es el único día de mi vida en que he visto a mi madre llorar de rodillas), y nos conformamos con que la copa se quedara en Latinoamérica; Argentina la ganó. Fue en el verano de 1986 que el futbol tomó vuelo en el norte. La gente empezó a jugar, los niños de las colonias hacían porterías con un par de piedras pateando el balón sobre las calles de tierra hasta que se metiera el sol. La fiebre del futbol en el 86 fue muy importante para el deporte en Tijuana. Ese fue el momento en que un mayor número de ligas empezó a organizarse. Tijuana tuvo muchos equipos de tercera división antes de que llegaran los Xolos. Tuvimos al Inter, los Dorados, Trotamundos, Chivas Tijuana, Stars, Nacional. Todos fueron organizados por promotores del sur, pero ninguno de esos clubes trascendió. Un equipo era una gran inversión que no siempre daba ganancias. Al ser Tijuana una ciudad de migrantes, los nuevos residentes permanecían fieles a los equipos de sus lugares de origen. Fue ahí donde surgió una marcada diferencia: la vieja Tijuana se quedó con el beisbol, la nueva Tijuana se convirtió en una mezcla que reunía los colores de las Chivas, el América, el Atlas, el Cruz Azul, el León, Tigres, Necaxa, Pachuca, entre muchos otros.

Luego, en 2004 ocurrió un suceso extraño. Después de un largo periodo de no participar en política, el excéntrico multimillonario y coleccionista de animales, Jorge Hank Rhon fue electo alcalde de Tijuana, tras presentar una arriesgada y original campaña política. Fue el único modo en que logró derrotar al PAN, que había gobernado la ciudad durante quince años consecutivos. Fue durante su mandato que decidió dar a Tijuana un equipo de futbol, así nacieron los Xoloitzcuintles de Caliente. El equipo pertenece a su hijo Jorgealberto. Es una empresa privada y una evidente pero acertada movida política que le ganaría popularidad en una ciudad sedienta de identidad y de unidad. A pesar de su reputación y los escándalos que lo han rodeado, ningún político ni promotor futbolístico había tenido la inteligencia (o el dinero) necesarios para que Tijuana tuviera un buen equipo de futbol antes que Hank.

El equipo inicial estuvo formado por jugadores del centro de México y un par de extranjeros (de Brasil y Argentina). Un poco después, el equipo comenzó a entrenar jugadores jóvenes de la localidad, que ahora están el equipo, como: Antonio Madueña y Jorge Martínez de Mexicali, Ismael Fierro de Ensenada, Carlos Bermúdez de San Felipe, Mauricio Beltrán y Daniel Farfán de Tijuana. El equipo también cuenta con un jugador méxico-americano: Joe Corona, quien dejó a los Aztecs de SDSU debido a problemas familiares e insuficiencia de fondos en las becas deportivas de la Universidad, además el hecho de que su estilo personal no cuadrara con el estilo que se practica en los Estados Unidos. Allá el juego es muy físico, en cambio en México se centra en el control de la velocidad, la habilidad para manejar el balón, para jugar con el oponente casi haciéndolo bailar. Son estilos de juego muy distintos.

Eric Rosales, coordinador de medios del Club Xoloitzcuintles dice: “El talento bajacaliforniano empieza a explotar en el primer equipo, Corona es el primer méxico-americano en el equipo, se integró a Fuerzas Básicas y ha destacado muchísimo con el equipo de Tercera División, tanto que le ayudó a debutar y tener excelentes participaciones con el primer equipo el torneo pasado. Antes de Joe, el primer tijuanense en debutar con el equipo fue Bruno Piceno hace un par de torneos, Piceno es habilidoso, un mediocampista creativo con mucho gol.”

Sin embargo, la meta no alcanzada por los Xolos es entrar a la primera división. Durante la pasada temporada estuvieron a punto de lograrlo pero perdieron en semifinales contra el Necaxa.

Las expectativas son ambiciosas para la siguiente temporada, sin embargo el equipo aún es demasiado joven, esta cualidad es apreciada, pero no es la ideal. Como tantas cosas en la vida, la fuerza y la velocidad pueden disminuir, pero las movidas y las mañas, lo que hace a un jugador “canchero” se logra sólo con tiempo, práctica y experiencia. Los Xoloitzcuintles seguirán en la búsqueda de alcanzar la primera división y poder jugar contra Chivas, Pumas, Tigres, Águilas, pero hasta entonces, deberán conformarse con seguir siendo vecinos y compartir el estacionamiento con los leones, los tigres, los osos.


Fotografía de Louie Navarro.


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Leones, tigres y xolos.

En Tijuana, en un terreno polvoriento detrás del hipódromo, la línea de autos en busca de estacionamiento serpentea a la distancia. Una vez que nos estacionamos descubrimos que estamos rodeados por coyotes, leones, llamas, búfalos y toda suerte de animales salvajes. Avanzamos sólo para encontrarnos con avestruces, un par de camellos, osos, aves exóticas que esquivan los coches, un pavo real arrastra los colores de sus plumas en el terregal. Conforme nos aproximamos al estadio, nos maravillamos viendo leones, un tigre, un leopardo tomando la siesta, después de todo se trata de animales crepusculares y apenas pasa del medio día. Los animales no están rodeados de árboles y pasto (como los de las grandes jaulas que hay frente al Hipódromo Caliente). Aquí las jaulas son endebles, frágiles, simples, descuidadas. Es imposible evitar la pregunta: ¿A quién se le ocurre convertir un zoológico en estacionamiento?

Algunos niños vestidos en camisetas rojinegras molestan a los animales, incluso tratan de despertar a los tigres, pero sus padres los apuran: --Ya va a empezar el juego, hijo. Volvemos más tarde, ese león no se va a ir.

Un jinete dirige el tráfico. Por un momento pienso que debe ser divertido ser guardia de seguridad en el Hipódromo, montar a caballo y gritar “arre” todo el santo día. En la entrada hay una larga línea de aficionados al futbol, casi todos visten de rojo y negro; colores de los Xoloitzcuintles, el equipo de Tijuana. Hay mujeres en ropa de oficinista y mascadas de seda falsa que corren en el terreno pedregoso hacia las puertas. Unas señoras muy amables nos dicen que tenemos dos opciones: tirar nuestras botellas de agua o beberlas, porque no se permite entrar al estadio con botellas. Al llegar encontramos buenos lugares, ha dado inicio el espectáculo previo al juego. Una fila de güeras fabulosas (también conocidas como las Xolitas) corre en minifaldas alrededor del estadio. Las rubias pasean a las mascotas del equipo, media docena de perros Xoloitzcuintles; una raza canina cuyo nombre se deriva del Náhuatl y significa: Perro de Xólotl, dios azteca de la vida y de la muerte. Hay gritos, música, tambores, trompetas, tres porras desmadrosas que cantan, saltan y ladran sin parar: La Masakre, Cachorros y La Perrada.

Los boletos están agotados: 18,000 aficionados de los Xolos llenan el estadio Caliente, al que llaman con orgullo “La perrera más grande de América Latina.” Algunos de los fans van de traje y pareciera que acaban de realizar un acto de escapismo desde lo más profundo de un escritorio gubernamental. También hay familias, muchachas de tacones y faldita corta que vienen por un bronceado (y quizá un novio), sin embargo la mayor parte de los aficionados son hombres jóvenes, furiosos, apasionados, delirantes.

Los fanáticos mexicanos son tan impetuosos y devotos, como algunas veces vergonzosamente políticamente incorrectos. No olvidemos que en Francia 98 un mexicano pasado de copas extinguió de una manera muy natural la flama eterna bajo el Arco del Triunfo. No debe olvidarse esta anécdota, en especial cuando hay un gol, porque el público gritará, saltará, se abrazará y arrojará líquidos al aire y no hay manera de saber si esa refrescante lluvia se compuso de los restos de una bebida o de algo más… en el fut tiene sentido siempre ir de sombrero.

Futbol vs. Beisbol.

La tradición futbolera de México data de 1904, cuando el primer equipo se fundó en puebla (conformado exclusivamente por ingleses). Al poco tiempo, este deporte se hizo muy popular en el centro de México. Pero no tuvo el mismo recibimiento en el norte. Las razones fueron varias: una de ellas era la distancia. Hasta el inicio de los años setenta, el principal medio de transporte en el país era el autobús. Un viaje de Tijuana a Guadalajara se hacía en al menos 34 horas. Los aviones eran muy pequeños y peligrosos, el mismo viaje se podía hacer por aire en 10 horas. Otra de las razones eran las señales televisivas: los canales de televisión eran locales o sandieguinos y solamente cubrían el béisbol. Además, Baja California era un estado con poca población, así que el futbol en Tijuana no significaba una buena inversión para un inversionista del sur. En Tijuana había sólo una liga amateur en los años cuarenta, en las siguientes décadas ganó un poco de popularidad, pero no fue sino hasta los setenta que se convirtió en un deporte bien organizado. Incluso hubo una liga femenil (a la que pertenecía mi madre quien fue portera y mediocampista), pero a los bajacalifornianos les interesaba mucho más el beisbol. Los primeros equipos organizados de béis fueron los Pericos y los Colts, datan de la década de los cincuenta.

La influencia de los Estados Unidos en la frontera es indiscutible, así como lo es la lejanía del resto del país, por ende, la única posibilidad de ver un evento deportivo importante para un tijuanense era cruzar la frontera para ver a los Padres. Los publicistas del equipo sandieguino explotaron la proximidad geográfica con Tijuana promoviendo a la cuadrilla como el equipo de Tijuana y San Diego. A los Tijuanenses nos encantó la idea porque nos hacía sentir como si el American Baseball fuera un poquito nuestro.

Los triunfos del sonorense Fernando Valenzuela en la década de los ochenta lo convirtieron en una figura de culto entre los aficionados norteños. Fernando era adorado, un ídolo, durante sus mejores días con los Dodgers. Hizo del béis algo cercano, contagioso, tangible y además le dio un toque mexicano, pero el béisbol no se consolidó en Tijuana hasta que surgieron los Potros en 1977. Hasta la fecha, su estadio es el único en Tijuana. Los Potros alcanzaron un par de victorias (fueron campeones de la Liga Mexicana del Pacífico en 87-88 y 90-91), pero debido a problemas monetarios y políticos, la franquicia dejó de existir. Hubo otros equipos, como los Toros y los Cimarrones, sin embargo, la época dorada del béisbol tijuanense ha terminado. En la última década una de las figuras más destacadas fue Esteban Loaiza, seguido en Tijuana por ser oriundo de la ciudad. En estos días las figuras populares son Adrián y Edgar González, hijos del antiguo dueño de Los Potros, pero aún con las historias de éxito en las ligas de Estados Unidos, es un hecho que históricamente la inversión (del estado y de fuentes privadas) en el deporte de Tijuana ha sido pobre e inconsistente.

Una fiebre nacional.

No fue sino hasta el mundial de México 86 que los norteños nos contagiamos con la fiebre del futbol. Vimos las figuras, sus mañas y movidas. Nos enteramos de que Hugo Sánchez hacía chilenas maravillosas porque su hermana lo entrenó en gimnasia olímpica. Pudimos ver a Maradona, un jugador poderoso que siempre tenía el control del balón. Conocimos la decepción después de que Alemania derrotó a México en penales (es el único día de mi vida en que he visto a mi madre llorar de rodillas), y nos conformamos con que la copa se quedara en Latinoamérica; Argentina la ganó. Fue en el verano de 1986 que el futbol tomó vuelo en el norte. La gente empezó a jugar, los niños de las colonias hacían porterías con un par de piedras pateando el balón sobre las calles de tierra hasta que se metiera el sol. La fiebre del futbol en el 86 fue muy importante para el deporte en Tijuana. Ese fue el momento en que un mayor número de ligas empezó a organizarse. Tijuana tuvo muchos equipos de tercera división antes de que llegaran los Xolos. Tuvimos al Inter, los Dorados, Trotamundos, Chivas Tijuana, Stars, Nacional. Todos fueron organizados por promotores del sur, pero ninguno de esos clubes trascendió. Un equipo era una gran inversión que no siempre daba ganancias. Al ser Tijuana una ciudad de migrantes, los nuevos residentes permanecían fieles a los equipos de sus lugares de origen. Fue ahí donde surgió una marcada diferencia: la vieja Tijuana se quedó con el beisbol, la nueva Tijuana se convirtió en una mezcla que reunía los colores de las Chivas, el América, el Atlas, el Cruz Azul, el León, Tigres, Necaxa, Pachuca, entre muchos otros.

Luego, en 2004 ocurrió un suceso extraño. Después de un largo periodo de no participar en política, el excéntrico multimillonario y coleccionista de animales, Jorge Hank Rhon fue electo alcalde de Tijuana, tras presentar una arriesgada y original campaña política. Fue el único modo en que logró derrotar al PAN, que había gobernado la ciudad durante quince años consecutivos. Fue durante su mandato que decidió dar a Tijuana un equipo de futbol, así nacieron los Xoloitzcuintles de Caliente. El equipo pertenece a su hijo Jorgealberto. Es una empresa privada y una evidente pero acertada movida política que le ganaría popularidad en una ciudad sedienta de identidad y de unidad. A pesar de su reputación y los escándalos que lo han rodeado, ningún político ni promotor futbolístico había tenido la inteligencia (o el dinero) necesarios para que Tijuana tuviera un buen equipo de futbol antes que Hank.

El equipo inicial estuvo formado por jugadores del centro de México y un par de extranjeros (de Brasil y Argentina). Un poco después, el equipo comenzó a entrenar jugadores jóvenes de la localidad, que ahora están el equipo, como: Antonio Madueña y Jorge Martínez de Mexicali, Ismael Fierro de Ensenada, Carlos Bermúdez de San Felipe, Mauricio Beltrán y Daniel Farfán de Tijuana. El equipo también cuenta con un jugador méxico-americano: Joe Corona, quien dejó a los Aztecs de SDSU debido a problemas familiares e insuficiencia de fondos en las becas deportivas de la Universidad, además el hecho de que su estilo personal no cuadrara con el estilo que se practica en los Estados Unidos. Allá el juego es muy físico, en cambio en México se centra en el control de la velocidad, la habilidad para manejar el balón, para jugar con el oponente casi haciéndolo bailar. Son estilos de juego muy distintos.

Eric Rosales, coordinador de medios del Club Xoloitzcuintles dice: “El talento bajacaliforniano empieza a explotar en el primer equipo, Corona es el primer méxico-americano en el equipo, se integró a Fuerzas Básicas y ha destacado muchísimo con el equipo de Tercera División, tanto que le ayudó a debutar y tener excelentes participaciones con el primer equipo el torneo pasado. Antes de Joe, el primer tijuanense en debutar con el equipo fue Bruno Piceno hace un par de torneos, Piceno es habilidoso, un mediocampista creativo con mucho gol.”

Sin embargo, la meta no alcanzada por los Xolos es entrar a la primera división. Durante la pasada temporada estuvieron a punto de lograrlo pero perdieron en semifinales contra el Necaxa.

Las expectativas son ambiciosas para la siguiente temporada, sin embargo el equipo aún es demasiado joven, esta cualidad es apreciada, pero no es la ideal. Como tantas cosas en la vida, la fuerza y la velocidad pueden disminuir, pero las movidas y las mañas, lo que hace a un jugador “canchero” se logra sólo con tiempo, práctica y experiencia. Los Xoloitzcuintles seguirán en la búsqueda de alcanzar la primera división y poder jugar contra Chivas, Pumas, Tigres, Águilas, pero hasta entonces, deberán conformarse con seguir siendo vecinos y compartir el estacionamiento con los leones, los tigres, los osos.


Fotografía de Louie Navarro.


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